Los Castrati El Auge y la Caída de las Estrellas de la Ópera Barroca
La ópera barroca, un crisol de emociones y virtuosismo, alcanzó alturas inigualables gracias a los castrati. Estas figuras, dotadas de voces excepcionales, dominaron los escenarios y la sociedad europea. Este artículo desentraña su historia, desde sus orígenes hasta su declive, explorando su impacto en la música y la cultura.
Orígenes y Ascenso de los Castrati
La práctica de la castración para crear cantantes castrati, una costumbre que hoy nos resulta incomprensible y cruel, tiene raíces profundas en la historia de la música y la sociedad europea. Surgió como una solución a una serie de problemas y restricciones que afectaban la música sacra y, posteriormente, la ópera.
Uno de los principales motivos detrás de la castración era religioso. En la Iglesia católica, las mujeres tenían prohibido cantar en el coro y en los escenarios. Sin embargo, las voces de soprano y alto eran esenciales para la polifonía religiosa. Para suplir esta carencia, se recurrió a niños cantores, pero sus voces cambiaban con la pubertad. La castración, realizada antes de la pubertad, impedía el desarrollo completo de la laringe y mantenía la tesitura aguda de la voz infantil, al tiempo que permitía el desarrollo muscular y la capacidad pulmonar de un adulto. De esta manera, se obtenían voces excepcionales, capaces de alcanzar notas altísimas con una potencia y flexibilidad extraordinarias.
Además de los motivos religiosos, existían también factores sociales y económicos que impulsaron la práctica de la castración. En una sociedad estratificada y jerárquica, la música ofrecía una vía de ascenso social para los jóvenes de familias humildes. La castración, aunque dolorosa y arriesgada, podía ser vista como una inversión en el futuro del niño, ofreciéndole la posibilidad de una carrera exitosa y una vida de comodidades y privilegios. Los padres, a menudo provenientes de familias pobres y numerosas, veían en la castración una oportunidad para asegurar el bienestar económico de sus hijos y, por extensión, de toda la familia.
La ópera barroca temprana, nacida en Florencia a finales del siglo XVI y expandiéndose rápidamente por toda Italia, ofreció un nuevo escenario para el lucimiento de los castrati. En los teatros de ópera, estos cantantes encontraron un público ávido de virtuosismo y emoción. Las voces de los castrati, con su timbre único y su capacidad para ejecutar pasajes complejos y ornamentados, se convirtieron en la principal atracción de las óperas. Los compositores, conscientes del potencial de estas voces, comenzaron a escribir roles específicos para los castrati, explotando al máximo sus habilidades vocales.
Entre las primeras figuras importantes de castrati en la ópera barroca, destacan Girolamo Rossini, uno de los primeros castrati en alcanzar fama, y Giovanni Gualberto Magli, conocido por su participación en las primeras óperas romanas. Estos cantantes actuaban principalmente en teatros de Roma, Venecia y Florencia, ciudades que se convirtieron en importantes centros de la ópera barroca. El Teatro San Cassiano en Venecia, inaugurado en 1637, fue uno de los primeros teatros públicos de ópera y un importante escenario para la presentación de castrati.
A medida que la ópera barroca se extendió por Europa, los castrati se convirtieron en verdaderas superestrellas, aclamados por el público y cortejados por la nobleza. Su fama y fortuna atrajeron a muchos jóvenes a someterse a la castración, perpetuando una práctica que, aunque controvertida, fue una parte integral de la historia de la música barroca.
El Apogeo de los Castrati en la Ópera Barroca
Las características vocales únicas de los castrati ejercieron un profundo impacto en el estilo vocal de la ópera barroca, transformando la manera en que se componía y se interpretaba la música. La castración, realizada antes de la pubertad, resultaba en una combinación inusual: el rango vocal agudo de un niño, similar al de una soprano o contralto, combinado con la potencia pulmonar y la fuerza muscular de un adulto. Esto les permitía alcanzar notas altísimas con una agilidad y una proyección asombrosas, produciendo un timbre vocal único, descrito a menudo como brillante, puro y etéreo.
La capacidad de los castrati para ejecutar coloraturas intrincadas, trinos prolongados y saltos melódicos audaces llevó a los compositores a escribir música cada vez más virtuosa y exigente. Los compositores barrocos, como Händel y Vivaldi, explotaron al máximo las habilidades vocales de los castrati, creando roles que mostraban su agilidad, su potencia y su capacidad para transmitir una amplia gama de emociones. Las arias escritas para castrati a menudo presentaban pasajes de bravura, diseñados para impresionar al público con la técnica vocal del cantante.
Händel, en particular, fue un gran admirador de los castrati y escribió numerosos roles para ellos en sus óperas. Algunos de los castrati más famosos que trabajaron con Händel incluyen a Senesino y Carestini. Vivaldi también compuso óperas con roles protagónicos para castrati, como Orlando Furioso, en la que el papel de Orlando fue escrito para un castrato.
La fascinación del público por los castrati era intensa y multifacética. Su voz excepcional, combinada con su presencia escénica y su aura de misterio, los convertía en figuras carismáticas y cautivadoras. El público admiraba su virtuosismo vocal, su capacidad para expresar emociones complejas y su aparente androginia, que desafiaba las normas de género de la época.
Fuera del escenario, los castrati llevaban una vida a menudo marcada por la contradicción. Eran venerados como superestrellas, recibiendo altos salarios, regalos lujosos y el favor de la nobleza. Muchos castrati contaban con mecenas poderosos que los protegían y promovían sus carreras. Sin embargo, también eran objeto de curiosidad y escrutinio público, y su condición física los hacía vulnerables a la discriminación y al ridículo.
La influencia de los castrati se extendió más allá del mundo de la ópera. Su estilo de canto y su forma de vestir influyeron en la moda y la cultura de la época. Los castrati marcaban tendencias, y sus peinados, sus trajes y sus joyas eran imitados por hombres y mujeres de todas las clases sociales. Su fama y su riqueza les permitían acceder a círculos sociales exclusivos y ejercer influencia en la política y en las artes.
En resumen, los castrati fueron figuras complejas y fascinantes que dejaron una huella imborrable en la historia de la música y la cultura barroca. Su voz única transformó el estilo vocal de la ópera, y su estatus como superestrellas influyó en la moda, la cultura y la sociedad de su tiempo.
Farinelli El Castrato Más Celebrado
Carlo Broschi, inmortalizado como Farinelli (1705-1782), trasciende la mera categoría de cantante para erigirse como el castrato más célebre de la historia. Su vida, desde su rigurosa formación hasta su retiro en la corte española, es un testimonio del apogeo y la complejidad de este fenómeno vocal.
Nacido en Andria, Italia, en una familia noble, Carlo Broschi recibió una educación musical excepcional desde temprana edad. Su padre, Salvatore Broschi, fue compositor y maestro de capilla, y su hermano mayor, Riccardo Broschi, también compositor, desempeñó un papel crucial en su carrera. Bajo la tutela de Nicola Porpora, uno de los maestros de canto más renombrados de la época, Farinelli desarrolló una técnica vocal asombrosa y un dominio escénico cautivador.
Farinelli debutó en Nápoles en 1720, a la temprana edad de 15 años, en la serenata Angelica e Medoro de Porpora. Su talento deslumbró de inmediato al público, que quedó prendado de su voz cristalina, su agilidad prodigiosa y su capacidad para transmitir emociones intensas. Rápidamente, su fama se extendió por toda Italia, y fue invitado a cantar en los principales teatros de Roma, Venecia, Florencia y Milán.
Durante la década de 1720 y 1730, Farinelli cosechó éxitos sin precedentes en los escenarios de toda Europa. Su voz, descrita como una mezcla perfecta de potencia, dulzura y flexibilidad, le permitía ejecutar pasajes de bravura con una facilidad asombrosa y conmover al público con arias de gran lirismo. Su presencia escénica, elegante y carismática, lo convertía en un ídolo para hombres y mujeres de todas las clases sociales. Cantó en Londres, donde rivalizó con Senesino, otro famoso castrato, e interpretó óperas de Händel y Porpora.
En 1737, en la cúspide de su carrera, Farinelli aceptó una invitación para cantar en la corte española. El rey Felipe V, aquejado de una profunda melancolía, creía que la música del castrato podría aliviar su sufrimiento. Farinelli cantó para el rey cada noche durante más de diez años, logrando un efecto terapéutico sorprendente. Su música calmaba al monarca, le permitía conciliar el sueño y mejoraba su estado de ánimo.
Bajo el reinado de Fernando VI, sucesor de Felipe V, Farinelli consolidó su posición en la corte española. Fue nombrado caballero, recibió honores y prebendas, y se convirtió en uno de los consejeros más influyentes del rey. Su influencia política se extendió a diversos ámbitos, desde la organización de espectáculos teatrales hasta la gestión de asuntos diplomáticos.
Tras la muerte de Fernando VI en 1759, Farinelli regresó a Italia y se retiró a una suntuosa villa cerca de Bolonia, donde vivió rodeado de obras de arte, instrumentos musicales y recuerdos de su glorioso pasado. Mantuvo correspondencia con amigos y admiradores de toda Europa, y recibió visitas de personalidades ilustres como Charles Burney y el emperador José II.
El legado musical de Farinelli es difícil de evaluar, ya que no dejó grabaciones ni composiciones propias. Sin embargo, su influencia en la técnica vocal y en el estilo interpretativo de la época es innegable. Su virtuosismo y su expresividad sirvieron de modelo para generaciones de cantantes, y su fama contribuyó a consolidar el estatus de los castrati como superestrellas de la ópera.
El impacto de Farinelli en la percepción de los castrati es aún más significativo. Su figura, idealizada y romantizada, encarnó la belleza, el talento y la sofisticación de estos cantantes. Su éxito y su prestigio contribuyeron a mitigar, en cierta medida, el estigma social asociado a la castración, aunque no lograron erradicarlo por completo. Farinelli, más allá de su voz excepcional, se convirtió en un símbolo de la ambigüedad y la complejidad de una época fascinante y controvertida.
El Declive y la Prohibición de los Castrati
El declive de la popularidad de los castrati a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX fue un proceso gradual y complejo, impulsado por una serie de factores interrelacionados que transformaron el panorama musical y social de la época. Los cambios en el gusto musical, el surgimiento de nuevas técnicas vocales, las críticas morales a la práctica de la castración y las prohibiciones legales contribuyeron a la desaparición de estos cantantes excepcionales de los escenarios operísticos.
Uno de los factores más importantes fue el cambio en el gusto musical. El estilo barroco, con su énfasis en el virtuosismo vocal y la ornamentación elaborada, dio paso al clasicismo, que valoraba la sencillez, la claridad y la expresión natural. Los compositores clásicos, como Mozart y Haydn, preferían voces más sobrias y equilibradas, capaces de transmitir emociones de manera directa y sincera. El estilo vocal de los castrati, con su agilidad prodigiosa y su timbre peculiar, comenzó a ser considerado artificioso y fuera de moda.
El surgimiento de nuevas técnicas vocales también contribuyó al declive de los castrati. El desarrollo del bel canto, un estilo de canto que enfatizaba la belleza del sonido, la legato y la expresividad, ofreció a los cantantes masculinos una alternativa viable a la castración. Los tenores, en particular, comenzaron a ganar protagonismo en la ópera, gracias a su capacidad para cantar notas agudas con potencia y naturalidad. El tenor heroico, con su voz viril y su presencia imponente, se convirtió en el nuevo ideal masculino en la ópera.
Las críticas morales a la práctica de la castración, que habían existido desde hacía siglos, se intensificaron a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. La Ilustración, con su énfasis en la razón, la humanidad y los derechos individuales, cuestionó la legitimidad de una práctica que mutilaba a los niños y los privaba de su capacidad reproductiva. Los filósofos, los escritores y los médicos comenzaron a denunciar la castración como una violación de los derechos humanos y un atentado contra la dignidad humana.
El proceso gradual de prohibición de la castración en diferentes países europeos reflejó el creciente rechazo moral a esta práctica. Aunque la castración nunca fue explícitamente prohibida por la Iglesia católica, el papado comenzó a mostrarse cada vez más reacio a permitirla. En 1748, el papa Benedicto XIV prohibió la castración de niños sin el consentimiento de los padres. Varios estados italianos, como Toscana y Nápoles, también promulgaron leyes que restringían o prohibían la castración. Sin embargo, fue la ocupación francesa de Italia a finales del siglo XVIII la que aceleró el proceso de prohibición. Las autoridades francesas, influenciadas por los ideales de la Revolución, abolieron la castración en los territorios ocupados.
El impacto de estas prohibiciones en la ópera fue significativo. La desaparición gradual de los castrati de los escenarios operísticos obligó a los compositores a buscar nuevas voces para interpretar los roles que habían sido escritos originalmente para ellos. Los tenores y las sopranos comenzaron a asumir los roles de los castrati, adaptando las partituras y las técnicas vocales para ajustarse a sus propias características. El repertorio operístico se transformó, y las óperas con roles protagónicos para castrati fueron cayendo gradualmente en el olvido.
Aunque la práctica de la castración fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX, algunos castrati siguieron cantando en los escenarios hasta bien entrado el siglo XX. Alessandro Moreschi (1858-1922), conocido como “el último castrato”, fue el único castrato en realizar grabaciones. Su voz, aunque afectada por la edad, ofrece un testimonio valioso de las características vocales de estos cantantes excepcionales. En la actualidad, no existen castrati, y la práctica de la castración con fines musicales está universalmente condenada. La [castrati historia voces perdidas] nos permite recordar este periodo.
El Legado de los Castrati en la Música y la Cultura
El legado perdurable de los castrati en la historia de la música y la cultura es complejo y multifacético, marcado tanto por la admiración por su virtuosismo vocal como por la controversia ética que rodea su origen. Aunque la práctica de la castración con fines musicales ha desaparecido, su influencia se puede rastrear en las técnicas vocales modernas, en la interpretación de la ópera barroca y en la reflexión sobre la sexualidad y la identidad de género.
La influencia de los castrati en las técnicas vocales modernas es sutil pero innegable. Su capacidad para ejecutar coloraturas intrincadas, trinos prolongados y saltos melódicos audaces sirvió de modelo para generaciones de cantantes. Los maestros de canto han estudiado las técnicas vocales de los castrati a través de tratados y descripciones de la época, buscando comprender cómo lograban producir sonidos tan excepcionales. Aunque los cantantes modernos no pueden replicar exactamente la voz de un castrato, sí pueden aprender de su técnica y aplicarla a su propia interpretación.
En la interpretación de la ópera barroca, el legado de los castrati es aún más evidente. Los cantantes modernos que interpretan roles escritos originalmente para castrati, como los contratenores y las mezzosopranos, se enfrentan al desafío de recrear el sonido y el estilo vocal de estos cantantes excepcionales. Los contratenores, en particular, se han especializado en el repertorio de los castrati, desarrollando una técnica vocal que les permite alcanzar las notas agudas y ejecutar los pasajes virtuosos que caracterizaban la voz de los castrati. Los contratenores se esfuerzan por capturar la belleza, la pureza y la expresividad de la voz de los castrati, al tiempo que aportan su propia sensibilidad y estilo interpretativo.
La controversia ética que rodea la historia de los castrati sigue siendo un tema de debate en la actualidad. La práctica de la castración, realizada sin el consentimiento de los niños y con el único propósito de crear cantantes excepcionales, es vista por muchos como una violación de los derechos humanos y un atentado contra la dignidad humana. Sin embargo, otros argumentan que es importante comprender la práctica de la castración en su contexto histórico, reconociendo que en la sociedad barroca existían valores y creencias diferentes a los nuestros.
El significado de los castrati en el contexto de la historia de la sexualidad y la identidad de género es complejo y ambiguo. Su voz aguda y su aparente androginia desafiaban las normas de género de la época, creando una imagen ambivalente que fascinaba y perturbaba al público. Algunos estudiosos han argumentado que los castrati representaban una forma de identidad de género alternativa, que cuestionaba la dicotomía tradicional entre masculino y femenino. Otros, sin embargo, sostienen que los castrati eran simplemente víctimas de una práctica cruel y explotadora, y que su imagen ambivalente no debe ser romantizada ni idealizada.
En última instancia, el legado de los castrati es un recordatorio de la complejidad y la ambigüedad de la historia de la música y la cultura. Su historia nos invita a reflexionar sobre los límites del arte, la ética y la identidad, y a cuestionar nuestras propias normas y valores. Con la sabiduría del pasado, la ópera cobra vida, permitiéndonos comprender mejor la condición humana y apreciar la belleza y la complejidad del mundo que nos rodea.
“Para cerrar este capítulo histórico…”
Los castrati, figuras singulares de la ópera barroca, encarnaron el virtuosismo vocal y la controversia ética. Su ascenso y caída reflejan los cambios en el gusto musical y las normas sociales. Que la historia y el legado de la ópera sigan resonando en nuestras almas, guiándonos hacia nuevas comprensiones y apreciación eterna.
Fuentes:
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