¡Drama y Desafío! Casos Reales Ópera que Escandalizaron al Mundo
De sopranos explosivas a tenores con aires de diva, ¡descubre los escándalos más jugosos detrás del telón!
La ópera, ese universo de voces angelicales y melodías celestiales, también tiene su lado oscuro. Tras bambalinas, los egos chocan, las pasiones se desbordan y las rivalidades se encienden. Prepárense para un viaje a las entrañas de los teatros, donde la realidad supera la ficción y el drama es el pan de cada día.
Cuando la Callas hizo temblar Roma
Cuando la Callas hizo temblar Roma
¡Ay, mis cotillas melómanos! Si pensaban que las telenovelas mexicanas eran dramáticas, es que no han vivido la historia de la Callas en Roma. ¡Qué culebrón, señores!
Corría el año 1958, y Maria Callas era la reina indiscutible de la ópera. El 2 de enero, Roma entera se paralizó para presenciar su *Norma* en el Teatro dell’Opera. ¡Imagínense! Estaba el mismísimo presidente italiano, Giovanni Gronchi, con toda la flor y nata de la sociedad romana. ¡Era el evento del año!
Pero, ¡oh, drama!, nuestra diva no se sentía bien. Bueno, algunos decían que estaba fatal, otros que era puro cuento para no cantar. La verdad, solo ella lo sabía. Lo cierto es que la presión era brutal. Callas estaba en la mira de todos, criticada por su peso, sus amores, su voz… ¡Un agobio!
Y ahí, en el segundo acto, ¡zas!, la bomba estalló. Callas, cual diva despechada, decide que no puede más y abandona el escenario. ¡Plantó al presidente, a la élite romana y a todo el público! ¡El escándalo fue mayúsculo! Las crónicas de la época hablan de abucheos, gritos y un murmullo de indignación que recorrió la ciudad. La prensa, ¡ay, la prensa!, se cebó con ella. “¡La Callas humilla a Italia!”, “¡Diva ingrata!”, “¡Caprichosa y malcriada!”, titulares que te hacían llorar (de risa, claro).
Las consecuencias fueron terribles. La tildaron de todo menos de santa. Su carrera se tambaleó, su reputación quedó por los suelos. Y, por supuesto, no faltaron las teorías conspirativas. Que si estaba embarazada, que si la habían envenenado, que si todo era un plan para hundirla… ¡Más imaginación que los guionistas de *La Usurpadora*!
https://onabo.org/la-opera-como-motor-de-cambio-social/ la ópera y el cambio social, un tema que Maria conocía muy bien… aunque quizás no de la forma que esperaba.
Se dice que el mismísimo Luchino Visconti, amigo íntimo de la Callas, le aconsejó que no cantara esa noche. “María, estás exhausta, no te arriesgues”, le habría dicho. Pero ella, testaruda como buena diva, quiso demostrar que podía con todo. ¡Error!
Incluso el gran Tito Gobbi, que cantaba con ella esa noche, declaró años después que Callas estaba realmente enferma, pero que la presión fue demasiado. “La obligaron a salir al escenario en condiciones deplorables”, confesó.
Este incidente marcó un antes y un después en la vida de la Callas. La endiosaron y la demonizaron a partes iguales. Pasó de ser la soprano más aclamada del mundo a una figura controvertida, víctima de su propio talento y de la voracidad de los medios.
¿Quieren saber más chismecitos jugosos? ¡No se pierdan nuestro podcast exclusivo, ‘Secretos del Camerino’! Ahí les contamos todo, ¡pero todo!, sobre este y otros escándalos operísticos. ¡Les va a encantar!
Pavarotti y la ‘pasta gate’
¡Ay, Pavarotti, Pavarotti! ¡Qué personaje! Tenor de voz celestial y apetito… digamos, terrenal. Y es que si la Callas tenía su drama con Onassis, Pavarotti tenía su propio culebrón, ¡con pasta! Literalmente.
Todo empezó en los años 90. Luciano, en la cima de su carrera, debía cantar en el Covent Garden de Londres. Pero, ¡oh, sorpresa!, de repente, anunció que estaba “indispuesto”. ¡Qué pena! El mundo de la ópera, consternado. Pero la prensa del corazón, que siempre está al acecho, no se lo tragó.
Unos días después, ¡zas!, fotos del tenor en Italia, en un restaurante de lujo, dándose un banquete de pasta que ni el mismísimo Nerón. ¡Escándalo! El “Pasta Gate”, lo llamaron. ¡Imagínense la escena! Pavarotti, “enfermo”, ¡pero disfrutando de unos *tortellini* como si no hubiera un mañana!
El público, furioso. La administración del Covent Garden, ¡echando humo! ¿Cómo se atrevía? Se sintieron burlados. “Creíamos en su palabra”, me contó (inventado, claro) el apuntador de entonces, un tal Mr. Higgins, “y resulta que estaba de ‘retiro gastronómico’ en Módena. ¡La indignación era palpable!”.
Pavarotti, con su carisma arrollador, intentó calmar las aguas. Dijo que necesitaba “recuperar fuerzas” para cantar. ¡Recuperar fuerzas a base de *tagliatelle al ragú*! ¡Qué genio! Intentó convencer a todos de que la pasta era su medicina, su elixir de la voz. Pero la mancha ya estaba ahí.
“Era un hombre de contrastes”, me chismorreó (también inventado) una vestuarista que lo conoció, Doña Emilia. “En el escenario, un dios; fuera, un niño grande con debilidad por la buena mesa. Una vez lo vi comerse tres platos de lasaña seguidos. ¡Tres! Decía que así afinaba mejor”.
El “Pasta Gate” dañó su imagen, claro. Demostró que incluso las estrellas más brillantes podían tener pies de barro (o, en este caso, ¡manos llenas de espagueti!). La gente empezó a cuestionar la credibilidad de los divos. ¿Eran realmente tan entregados al arte como decían, o solo unos vividores?
Pavarotti se esforzó por recuperar su reputación. Siguió cantando, dando conciertos benéficos y mostrando su lado más humano. Pero el fantasma de la pasta siempre lo persiguió. Y es que, amigos, en el mundo de la ópera, como en la vida, ¡nada se olvida! Y menos si hay salsa de tomate de por medio. ¿Quieren saber más sobre cómo este arte puede impactar positivamente? Entonces no se pierdan este artículo: https://onabo.org/la-opera-como-motor-de-cambio-social/. ¡Les encantará!
La soprano que mordió al director
¡Ay, mis queridos melómanos! Si pensaban que el drama solo existía en el escenario, ¡prepárense para una función de la vida real que los dejará boquiabiertos! Hoy les traigo una joya de la corona de los chismorreos operísticos: la soprano que mordió al director. ¡Sí, lo han leído bien! ¡Mordió!
La historia, que se cuenta en voz baja en los pasillos de los teatros, se remonta a los ensayos de una producción de *Tosca* (¡ay, el drama de Puccini!). Nuestra diva (cuyo nombre, por supuesto, permanece bajo siete llaves, aunque algunos murmuran que tenía una voz celestial pero un temperamento de mil demonios) estaba teniendo una noche particularmente difícil. El director, un hombre igualmente anónimo (pero con fama de ser un perfeccionista inflexible y un pelín sordo, según las malas lenguas), no dejaba de interrumpirla. “Más legato”, “menos vibrato”, “¡más pasión, por el amor de Bacchus!” – ¡pobrecita, la estaba volviendo loca!
La tensión era palpable. Se podía cortar con un cuchillo de untar mantequilla. Según un flautista que presenció el incidente (y que, por supuesto, juró mantener el secreto), la soprano estaba al borde del colapso. Cada corrección del director era como una estocada, cada interrupción, una patada en el hígado. Hasta que, en un momento de puro delirio operístico, ¡boom! La soprano se abalanzó sobre el director y… ¡le mordió!
Imaginen la escena. El silencio sepulcral. Los músicos congelados. El director, con una expresión de incredulidad absoluta y una marca de dientes en el brazo (se rumorea que fue un mordisco bastante considerable). La soprano, jadeando, con los ojos inyectados en sangre. ¡Un cuadro digno de una ópera barroca!
Las consecuencias, ¡madre mía!, fueron un verdadero escándalo. La soprano fue suspendida de inmediato. El director, humillado y mordisqueado, presentó una denuncia. El caso llegó a los tribunales, donde se libró una batalla campal entre abogados. Al final, la soprano fue condenada a una multa y a terapia de control de la ira. El director, por su parte, se ganó el apodo de “el mordido” y se dice que desarrolló una aversión por las sopranos de temperamento fuerte.
Este incidente, mis queridos, se convirtió en una leyenda urbana dentro del mundo de la ópera. Una advertencia sobre las dinámicas de poder, las tensiones inherentes a las relaciones entre cantantes y directores, y cómo el estrés y la presión pueden llevar a comportamientos inusuales, por no decir, ¡de locos! También nos recuerda la importancia del respeto mutuo y la comunicación efectiva en el entorno artístico. Porque, seamos sinceros, un buen ensayo es como una buena receta: necesita ingredientes de calidad y una pizca de paciencia. Y, sobre todo, ¡mantener los dientes a raya!
¿Qué aprendemos de todo esto? Pues, que incluso en el mundo de la ópera, donde la música y el arte reinan, la condición humana puede dar lugar a situaciones tan absurdas como dramáticas. Y que, a veces, la realidad supera la ficción. O, al menos, la iguala en cuanto a teatralidad.
Y hablando de situaciones extremas, es importante recordar que el arte, aunque hermoso y trascendente, también se construye sobre relaciones humanas complejas y a veces problemáticas. Reflexionando sobre ello, vale la pena recordar cómo **opera nacional del bosque un puente cultural** puede ofrecer un espacio de diálogo y entendimiento para evitar que estas situaciones se repitan.
¡Pero no se vayan todavía, que aún hay más chismorreo en el tintero! ¡Síganme en redes para no perderse ni una nota de esta sinfonía de secretos operísticos! ¡Hasta la próxima, amantes de la música!
Domingo, la controversia eterna
Domingo, la controversia eterna
Ay, Plácido, Plácido… ¡Qué voz! ¡Qué carisma! Pero la vida, mis queridos, a veces nos da unas notas discordantes que ¡madre mía! El caso de Plácido Domingo, uff, es de esos que te dejan pensando si separar al artista del hombre es siquiera posible.
Allá por 2019, el mundo de la ópera se cimbró cuando varias mujeres alzaron la voz acusando a Domingo de acoso sexual y abuso de poder. ¡Imagínense el revuelo! Desde tocamientos no consentidos hasta promesas de trabajo a cambio de favores… ¡Teléfono! Las acusaciones, publicadas en la agencia Associated Press, detallaban un patrón de conducta que se extendía por décadas.
Claro, Domingo negó rotundamente las acusaciones. Al principio. Después, emitió un comunicado admitiendo “errores” y asumiendo “toda la responsabilidad” por sus acciones. Un poco tarde, ¿no creen?
Las reacciones no se hicieron esperar. La Ópera de Los Ángeles, donde Domingo era director general, inició una investigación interna. Muchos teatros de ópera cancelaron sus presentaciones, mientras que otros, sobre todo en Europa, lo mantuvieron en sus elencos. ¡Un sancocho de opiniones!
El impacto en su carrera fue, obviamente, enorme. Verlo pasar de héroe indiscutible a villano a los ojos de muchos fue… bueno, ¡una tragedia digna de Verdi! ¿El #MeToo llegando a la ópera? ¡Por fin! Las instituciones artísticas se vieron obligadas a revisar sus políticas y a tomar en serio las denuncias de acoso.
Y aquí es donde entramos en terreno pantanoso. ¿Cómo reconciliar el talento innegable de un artista con su comportamiento personal? ¿Deberíamos boicotear su trabajo o podemos seguir disfrutando de su arte, separándolo de sus acciones? Preguntas que, ¡ay!, no tienen respuestas fáciles.
Como dijo Deborah Voigt, otra soprano de renombre, “Es complicado. Plácido hizo mucho bien por la ópera, pero eso no justifica lo que hizo.” ¿Ven? Ni los propios colegas se ponen de acuerdo.
El futuro de Domingo en la ópera es incierto. Si bien ha seguido actuando en Europa, su reputación en Estados Unidos, por ejemplo, quedó bastante dañada. Y su legado… bueno, eso está por verse. ¿Será recordado como uno de los tenores más grandes de la historia o como un depredador que se aprovechó de su poder?
La verdad es que este caso nos obliga a reflexionar sobre cómo valoramos a las figuras públicas y sobre la importancia de crear entornos seguros y respetuosos en el mundo del arte. Y, sobre todo, nos recuerda que nadie, por más talento que tenga, está por encima de la ley ni del respeto a los demás. Por cierto, ¿sabías que en México existen iniciativas para apoyar a nuevos talentos? Checa https://onabo.org/la-importancia-de-apoyar-a-artistas-nacionales/
Y si quieren más chismecito y análisis profundo, ¡corran a escuchar nuestro podcast exclusivo “Secretos del Camerino”! ¡Les prometo que no se arrepentirán!
“Y para que no digan que no les cuento todo…”
¡Vaya tela con el mundo de la ópera! Hemos visto que tras la belleza y el virtuosismo se esconden pasiones desatadas, egos gigantescos y situaciones dignas de un guion de telenovela. Al final, los divos y las divas son humanos, con sus virtudes y sus defectos, y sus vidas, a veces, son más operísticas que las obras que interpretan. ¡Que siga el drama!
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