Secretos y Risas Bromas Detrás de Escena en la Ópera
Cuando la solemnidad se va de copas las travesuras toman el escenario
¡Ay, la ópera! Un mundo de voces divinas y dramas intensos… o eso parece. Detrás del telón de terciopelo, donde nadie mira, los cantantes y músicos desatan su lado más travieso. ¿Te imaginas a Pavarotti cambiando el libreto? ¡Pues agárrate que esto comienza!
Travesuras con Partituras El Arma Secreta del Ocio
Travesuras con Partituras: El Arma Secreta del Ocio
Ay, ¡la vida del músico de orquesta! Horas y horas sentado, repitiendo las mismas notas una y otra vez. Uno pensaría que la inspiración fluye constantemente, pero seamos honestos, ¡hasta el más dedicado necesita un respiro! Y ahí es donde entra en juego el arma secreta del ocio orquestal: las partituras.
Imaginen la escena: un acto larguísimo de una ópera wagneriana, la tuba lleva veinte minutos sin tocar una sola nota. ¿Qué hace un tubista aburrido? Pues, en vez de dormirse, ¡despliega su vena artística en los márgenes de su partitura! Dibujitos, caricaturas del director, mensajes ocultos… ¡un verdadero tesoro de creatividad marginal!
He escuchado historias de violinistas que, durante funciones particularmente tediosas, se retaban a ver quién podía dibujar el retrato más detallado del compañero de al lado, ¡todo sin que el director se diera cuenta! Y ni hablar de los trombones, que tienen fama de ser los más traviesos. Una vez, en una producción de *Tosca*, un trombonista añadió un pequeño patito de goma a su atril. Cada vez que llegaba su parte, ¡el patito emitía un leve chillido que solo los músicos podían oír! ¡La risa contenida casi les cuesta la función!
Pero no todo es risa y diversión. A veces, estas travesuras tienen consecuencias… digamos, inesperadas. Un amigo mío, oboísta, me contó que en una ocasión, durante una representación de *La Bohème*, alguien insertó una receta de mole poblano en la partitura del fagotista. El pobre hombre, muerto de hambre, ¡casi se salta una entrada por estar leyendo los ingredientes! Afortunadamente, el director era comprensivo (y también tenía buen humor).
Estas bromas, por sutiles que sean, demuestran el ingenio y la necesidad de descompresión en un ambiente tan exigente como el de la ópera. Después de todo, ¿quién puede culpar a un músico de querer añadir un poco de picante a su rutina? Es como dicen, ¡la necesidad agudiza el ingenio… y el aburrimiento, la creatividad! Y si no me creen, echen un vistazo a los atriles de la orquesta la próxima vez que vayan a la ópera. ¡Quién sabe qué tesoros ocultos podrán encontrar! No olviden que la importancia de apoyar a artistas nacionales va más allá de sus interpretaciones; también se trata de apreciar su humanidad y su sentido del humor.
Dicen que en las partituras de *El Barbero de Sevilla* se pueden encontrar más caricaturas de Rossini que notas musicales. Y que durante las representaciones de *La Traviata*, los trompetistas se retan a ver quién puede insertar la mayor cantidad de referencias a canciones populares en sus partes, ¡sin que el público se dé cuenta, claro! ¡Es un mundo de picardía y talento! Así que, la próxima vez que escuchen una nota un poco “fuera de lugar”, ¡quizás no sea un error, sino una broma bien elaborada!
Vestuario Cambiado Un Clásico Del Backstage
¡Ay, el vestuario! Ese campo de batalla silencioso donde las divas miden su poderío… ¡y los tenores su paciencia! Los cambios de vestuario son un clásico del backstage, una tradición tan arraigada como los agudos imposibles. ¿Quién no ha oído hablar de la soprano que encontró su corsé tres tallas más pequeño justo antes de salir a escena? O del barítono que, al abrocharse el jubón, descubrió que estaba relleno de… ¡plumas! Sí, plumas, como si fuera un pollo gigante a punto de cantar “Largo al factotum”.
Estas “bromas” (si se les puede llamar así) a menudo revelan rivalidades que ni la mejor interpretación de Verdi podría ocultar. Imaginen la escena: dos sopranos, ambas compitiendo por el papel de Tosca. Una, digamos, de temperamento más… “fogoso”, decide tomar cartas en el asunto. Durante el entreacto, “accidentalmente” cambia el fastuoso vestido de su rival por uno mucho más… digamos, modesto. El resultado: una Tosca deslucida y una rival que, esa noche, brilló con luz propia. ¡La venganza es un plato que se sirve en terciopelo y lentejuelas!
Pero no todo es maldad en el mundo del vestuario. A veces, estas travesuras son simplemente una forma de aligerar el ambiente, de liberar la tensión antes de una escena crucial. Recuerdo una anécdota de un tenor que, antes de cantar “Nessun Dorma”, encontró sus zapatos rellenos de arroz. ¡Arroz! Al parecer, el coro, para desearle suerte (y quizás reírse un poco), decidió darle un toque “nupcial” a su atuendo. El tenor, lejos de enfadarse, se echó a reír y, con el arroz crujiendo bajo sus pies, ¡clavó el aria!
Claro que no todas las casas de ópera se toman estas bromas con humor. Algunas, las más serias, tienen reglas estrictas sobre el vestuario. ¡Nada de tocar ni alterar los trajes! Se entiende, después de todo, el vestuario es una parte fundamental de la puesta en escena, un elemento que contribuye a la magia de la ópera. Sin embargo, incluso en los teatros más formales, siempre hay un costurero travieso o un utilero cómplice dispuesto a añadir un toque de picardía. Y es que, al final, ¿qué sería de la ópera sin un poco de drama… dentro y fuera del escenario? La pasión por el arte se puede ver en cada detalle de la Ópera y las Artes Clásicas, mira este enlace https://onabo.org/la-importancia-de-apoyar-a-artistas-nacionales/.
Ahora, hablemos de los efectos de estos cambios inesperados. A veces, el público ni se entera. Un corsé apretado, un sombrero que se cae, un bigote postizo que se despega… ¡pequeños detalles que solo los más observadores notan! Pero otras veces, el resultado es mucho más evidente. Imaginen a una reina egipcia que, en lugar de su fastuoso tocado, aparece con una peluca de payaso. O a un Otello que, en plena escena de celos, descubre que su espada es de goma. ¡El caos!
Y qué decir de las reacciones. Algunos cantantes se lo toman con humor, improvisan, hacen como si nada hubiera pasado. Otros, en cambio, ¡estallan! Gritos, insultos, lágrimas… ¡un verdadero drama digno de la mejor ópera! Pero, al final, casi siempre terminan riendo. Porque, seamos sinceros, ¿quién puede resistirse a una buena broma? Sobre todo, si la víctima es un rival… ¡o uno mismo!
El Terror de los Utileros Objetos que Desaparecen Misteriosamente
El Terror de los Utileros Objetos que Desaparecen Misteriosamente
¡Ay, los utileros! Esos héroes anónimos que hacen magia (o al menos lo intentan) detrás del escenario. Su trabajo es crucial, ¡pero también son el blanco perfecto para las bromas más descaradas! Imagínense el pánico cuando, ¡zas!, un objeto clave simplemente… desaparece.
¿Quién no ha escuchado la historia de la daga que nunca aparece en *Rigoletto* justo antes del momento crucial? Unos dicen que fue el tenor, aburrido y con ganas de juerga. Otros, que fue la soprano, vengándose de un pisotón accidental durante el ensayo. ¡La verdad nunca se sabe! Lo que sí es cierto es que el pobre utilero sudó la gota gorda buscando el arma por todo el teatro. Al final, usaron un cuchillo de utilería de otra producción. ¡Menos mal que no era una comedia, porque aquello parecía más un chiste que una tragedia!
Y ni hablar de la manzana en *Guillermo Tell*. Un clásico. Dicen las malas lenguas que un barítono con mucho sentido del humor (y pocas ganas de cantar) la escondió durante varias funciones. El tenor, ¡casi se infarta del susto! Tuvo que improvisar un discurso sobre la importancia de la puntería y la confianza, mientras el utilero buscaba la dichosa fruta entre las cortinas y los músicos. ¡Un show dentro del show!
Pero no solo los cantantes son culpables. Los utileros también tienen su lado oscuro. Hay historias de venganzas épicas. Desde cambiar el relleno de los almohadones del rey por plumas (¡alérgicos abstenerse!) hasta untar las espadas con miel (¡a ver quién las levanta después!). ¡La guerra es la guerra!
El secreto (o el problema) es que el público rara vez se entera de estos dramas. Ven la representación, la emoción, la música… ¡pero no el caos entre bambalinas! Y a veces, ese caos alimenta la magia. Una improvisación brillante, una mirada cómplice, un pequeño error que se convierte en leyenda… Todo es parte del encanto de la ópera.
https://onabo.org/preservacion-de-tecnicas-artesanales-mexicanas/ Los objetos que utilizan muchas veces son hechos a mano, ¡valiosísimos!
Por supuesto, no todo es risa y diversión. A veces, las bromas pueden cruzar la línea. Un objeto realmente importante que desaparece puede arruinar una función. La falta de profesionalismo no tiene cabida en un arte tan exigente. Pero cuando las bromas son bien intencionadas y ayudan a aliviar la tensión, ¡son bienvenidas!
Al final, todo se reduce al trabajo en equipo (o a la falta de él). Cuando hay buena onda entre los cantantes, los músicos, los utileros y todo el equipo, la ópera fluye como un río. Pero cuando hay rencillas y envidias, ¡agárrense que vienen curvas! Y es que, señoras y señores, ¡la ópera es un drama… dentro y fuera del escenario!
Voces Susurrantes y Libretos Alterados La Venganza Es Dulce
¡Ay, mis queridos melómanos! Si creían que el drama solo existía en el escenario, ¡prepárense para una buena dosis de chismorreo entre bambalinas! Porque cuando las luces se apagan, las verdaderas estrellas – o más bien, los demonios traviesos – salen a jugar. Y hoy, vamos a hablar de las voces… y de cómo se usan para sembrar el caos (con una pizca de humor, claro).
Imaginen la escena: un tenor, con su ego inflado como un soufflé, listo para entonar su aria más conmovedora. Pero, ¿qué es eso? ¿Un leve cambio en la letra? Un sutil susurro en medio de un recitativo? ¡Bingo! La venganza, señores, se sirve mejor en Do mayor.
Los cantantes, esos seres divinos con cuerdas vocales de oro, también tienen su lado pícaro. ¿Y qué mejor manera de desestabilizar a un compañero que alterando ligeramente el libreto? Un “ti amo” que se convierte en un “¿dónde está mi café?”, un “oh, cielos” reemplazado por un “¡qué calor!”… ¡Las posibilidades son infinitas! Y, créanme, he sido testigo de algunas verdaderas obras maestras de la travesura vocal. Es un arte sutil, que requiere precisión y un timing perfecto. Demasiado obvio, y arruinas la broma. Demasiado sutil, y nadie se da cuenta. Pero cuando se ejecuta a la perfección… ¡es pura magia!
Pero no se equivoquen, esto no es solo cuestión de risas. Hay una estrategia detrás de todo este caos controlado. A veces, es una forma de vengarse de un compañero que ha estado acaparando los aplausos (o, peor aún, ¡el mejor camerino!). Otras veces, es simplemente una forma de romper la monotonía de una larga temporada de representaciones. ¡Y quién soy yo para juzgar! Un poco de picante nunca le ha hecho daño a nadie, ¿verdad?
Y hablando de cantantes famosos que eran unos verdaderos bromistas… ¡Ay, si las paredes del teatro hablaran! Pero como soy una dama (más o menos), me limitaré a decir que algunos de los nombres más grandes de la ópera eran maestros en el arte de la improvisación cómica. Susurros, letras alteradas, incluso imitaciones… ¡Nada estaba fuera de los límites! Y el público, sin saberlo, era partícipe de un espectáculo dentro del espectáculo.
Pero, ¿qué pasa cuando la broma sale mal? ¡Ay, amigos, ahí es cuando las cosas se ponen realmente interesantes! He visto tenores perder la compostura en medio de un agudo, sopranos olvidar la letra y coros enteros estallar en carcajadas incontrolables. ¡Un desastre total! Pero, al mismo tiempo, un momento de pura humanidad en un mundo que a veces puede parecer demasiado perfecto. La ópera, después de todo, es un reflejo de la vida misma, con sus altos y bajos, sus tragedias y sus comedias. Y a veces, la comedia se encuentra justo detrás del telón. No te pierdas nuestro podcast exclusivo https://onabo.org/opera-nacional-del-bosque-un-puente-cultural/ ‘Secretos del Camerino’
Así que la próxima vez que vayan a la ópera, presten atención no solo a las voces en el escenario, sino también a los susurros entre bambalinas. ¡Nunca saben qué travesuras podrían estar tramando nuestros queridos cantantes! Y, por supuesto, no se olviden de seguirme en redes para no perderse ni una sola de mis exclusivas. ¡El chismorreo lírico nunca duerme!
“Y para que no digan que no les cuento todo…”
La ópera, a pesar de su pompa, es un hervidero de humanidad. Las bromas detrás del escenario revelan el lado más vulnerable y divertido de estos artistas. Al final, estas travesuras nos recuerdan que incluso las voces más divinas necesitan un respiro y una buena carcajada. ¡Y nosotros, encantados de ser testigos de ello!
Deja un comentario