¡Drama en el escenario! Anécdotas jugosas de cantantes de ópera
Descubre los secretos más escandalosos y divertidos detrás del telón. ¡La ópera nunca fue tan entretenida!
El mundo de la ópera, ¡ay, el mundo de la ópera! No todo es drama en el escenario, también lo hay detrás. Preparémonos para descorrer el telón y echar un vistazo a las historias más jugosas. ¡Prepárense para reír, sorprenderse y hasta quizás, escandalizarse un poquito! La vida de los cantantes de ópera es más interesante de lo que imaginamos.
Cuando el tenor olvidó la letra… ¡y la partitura!
Cuando el tenor olvidó la letra… ¡y la partitura!
¡Ay, mis queridos melómanos! Prepárense para escuchar una de esas historias que hacen que hasta la mismísima Callas se revuelque de la risa en su tumba. Imaginen la escena: un teatro a reventar, la orquesta afinando, el telón a punto de levantarse para un Rigoletto que prometía ser apoteósico. Y ahí estaba él, nuestro queridísimo (y usualmente impecable) tenor, listo para deslumbrar con su “La donna è mobile”. ¡Ja! Deslumbrar, sí, pero no precisamente por su talento.
Dicen, malas lenguas (y yo las tengo muy bien entrenadas), que la noche anterior a la función, nuestro divo se había entregado a los placeres de Baco con más entusiasmo del debido. Resultado: amnesia operística total. ¡La mente en blanco! Pero no solo olvidó la letra, ¡no, señores y señoras!, también, en un acto de torpeza digno de un mimo borracho, ¡dejó la partitura en su camerino!
El telón se levanta, la orquesta ataca con brío y el tenor, con una sonrisa más falsa que un billete de 3 pesos, abre la boca… y lo que sale es un galimatías de vocales y consonantes que haría sonrojar a un loro tartamudo. Intentó con un “Ah…”, luego un “Oh…”, después se aventuró con un “Uhm… bella…”, pero nada, la inspiración no llegaba. El pánico escénico lo invadía como una plaga de langostas.
El director de orquesta, un hombre de temple inquebrantable (hasta ese día), empezó a sudar frío. Intentó darle pistas con la batuta, gesticulando como si estuviera dirigiendo una sinfonía de espasmos. Los demás cantantes, con profesionalismo admirable, intentaban disimular la situación, moviendo los labios en silencio y lanzándole miradas de auxilio al pobre tenor.
Pero lo mejor (o lo peor, según se mire) fue la reacción del público. Al principio, silencio absoluto, seguido de murmullos confusos. Luego, algunas risitas tímidas, que pronto se convirtieron en carcajadas estruendosas. Un alma caritativa gritó desde el gallinero: “¡Canta ‘Las Mañanitas’, mi rey, que te las sabes!”, lo cual, obviamente, no ayudó en absoluto.
Nuestro tenor, desesperado, optó por la improvisación pura y dura. Empezó a cantar una especie de rap operístico, mezclando italiano macarrónico con frases sin sentido. “La donna è… uhm… molto simpatica! Sempre… cantare… in America!”. ¡Un desastre! Pero, debo admitirlo, un desastre hilarante.
Al final, el director, con la paciencia ya hecha trizas, decidió cortar por lo sano. Dio la señal a la orquesta para que tocara el final del aria, mientras el tenor, con una reverencia forzada y una sonrisa de idiota, salía corriendo del escenario.
Las consecuencias, por supuesto, fueron épicas. La crítica lo destrozó, su agente lo abandonó y durante meses no le dieron trabajo ni para cantar en la ducha. Pero, con el tiempo, la anécdota se convirtió en leyenda. Y hoy, cada vez que escucho “La donna è mobile”, no puedo evitar soltar una carcajada recordando aquel fatídico día en que el tenor olvidó la letra… y la partitura. Para entender mejor cómo la ópera influye en la sociedad, puedes informarte en https://onabo.org/la-opera-como-motor-de-cambio-social/. ¡La ópera siempre nos da historias jugosas!
Sopranos vs. Divas ¡La batalla por el camerino!
¡Agárrense, amantes del drama, porque hoy les traigo un chisme que haría temblar los cimientos de cualquier teatro! Prepárense para “Sopranos vs. Divas ¡La batalla por el camerino!”.
En los dorados años de la ópera, cuando los egos eran tan grandes como las faldas de la Reina de la Noche, dos sopranos, llamémoslas “La Exquisita” y “La Imponente”, se enfrascaron en una guerra sin cuartel por el control del camerino más codiciado del Teatro Grandioso. ¡Sí, damas y caballeros, el número 7! Se decía que tenía la mejor iluminación, el espejo más halagador y la acústica perfecta para calentar la voz antes de salir a escena.
La Exquisita, conocida por su dulzura angelical (¡en el escenario, claro!), fue la primera en ocuparlo. Pero La Imponente, cuyo nombre lo decía todo, no estaba dispuesta a ceder ni una pulgada. ¡Y ahí empezó el show!
Los miembros del equipo técnico, pobres almas atrapadas en el fuego cruzado, nos contaron historias que parecen sacadas de una ópera bufa. “Un día, llegué y el camerino estaba lleno de lirios. ¡Lirios! La Exquisita es alérgica”, nos confesó, temblando, un tramoyista que prefiere permanecer en el anonimato. Al parecer, La Imponente sabía perfectamente de la alergia y aprovechó para enviar un mensaje claro: “¡Este camerino es mío!”.
Pero La Exquisita no se quedó atrás. Corrió el rumor de que, durante una función, La Imponente salió a escena con un traje… ¡ligeramente ajustado! Algunos dicen que La Exquisita, con la ayuda de una modista cómplice, había movido estratégicamente algunos botones. ¡Imaginen el escándalo!
La tensión era palpable. Las paredes del teatro vibraban con la energía de sus miradas asesinas. Los ensayos eran un campo de batalla silencioso donde cada nota era una declaración de guerra.
Pero, como suele suceder en la ópera, el final fue inesperado. Durante una gala benéfica, un apagón dejó el teatro a oscuras. En medio del caos, La Exquisita y La Imponente se encontraron a tientas en el pasillo. Para sorpresa de todos, ¡empezaron a reír! Resulta que, en la oscuridad, ambas tropezaron y terminaron abrazadas, tratando de no caerse.
Ese momento ridículo rompió la tensión. Se dieron cuenta de lo absurda que era su rivalidad. Al final, decidieron compartir el camerino, ¡estableciendo un sistema rotatorio semanal! ¿Quién lo hubiera imaginado?
Y si quieren escuchar más detalles jugosos y secretos inconfesables de la vida detrás del telón, no se pierdan nuestro podcast exclusivo, ‘Secretos del Camerino’. ¡Les prometo que no se arrepentirán! Además, si les interesa el arte y la cultura en México, les recomiendo leer: https://onabo.org/opera-nacional-del-bosque-un-puente-cultural/. ¡Hasta la próxima función, chismosos!
El barítono y el loro: Un final inesperado en ‘La Traviata’
El barítono y el loro: Un final inesperado en ‘La Traviata’
Ay, mis queridos melómanos, ¡prepárense para esta joyita! Resulta que en el mundo de la ópera, donde las tragedias se cantan y los dramas se viven a flor de piel, también hay espacio para las comedias involuntarias. Y esta, mis amigos, ¡se lleva la palma!
Nuestro protagonista, un barítono de renombre (cuyo nombre omitiremos para evitar demandas, ejem), era tan conocido por su voz potente como por su excéntrica personalidad. Tenía un loro, un bicho parlanchín llamado “Verdi” (¡qué originalidad!), que lo acompañaba a todas partes, incluso a los ensayos. Verdi tenía su propia jaula en el camerino del barítono y, según cuentan, ¡conocía más arias que el apuntador!
Todo marchaba sobre ruedas hasta la noche fatídica de ‘La Traviata’. El barítono, en el papel de Giorgio Germont, estaba entregando su alma en la escena final. Imaginen la atmósfera: luces tenues, Violetta agonizando, la orquesta desatando toda su furia emocional… ¡un drama total! Y entonces, ¡el caos!
Verdi, el loro, aprovechó un descuido del asistente y escapó de su jaula. Con la agilidad de un acróbata circense, voló directamente hacia el escenario. ¿Y dónde decidió aterrizar el plumífero? ¡Exacto! En la cabeza del barítono, justo en el momento en que éste se disponía a entonar su aria más conmovedora.
El público, al principio, pensó que era parte de la puesta en escena. Un nuevo elemento, quizás, una metáfora visual sobre la fragilidad de la vida… ¡Ja! La realidad era mucho más surrealista. El barítono, con el loro aferrado a su peluca, intentó mantener la compostura. Pero Verdi, ¡ay Verdi!, no se quedó quieto.
Inexplicablemente, como si entendiera el momento dramático, el loro empezó a imitar la melodía del aria. Sí, ¡el loro estaba cantando ‘La Traviata’! Imaginen el cuadro: el barítono, con el ceño fruncido y un loro en la cabeza, intentando cantar; el loro, imitando la melodía con su voz chillona; la orquesta, intentando seguir el ritmo sin estallar en carcajadas; y el público, dividido entre la confusión y la histeria contenida.
El caos, como se imaginarán, fue monumental. Algunos espectadores no pudieron contener la risa. Otros, más puristas, se indignaron ante la falta de respeto por la ópera. Pero, como diría el gran Pavorotti, “¡La ópera es vida, y la vida es a veces un disparate!”.
Milagrosamente, la función continuó. El barítono, con la ayuda de un acomodador valiente, logró quitarse el loro de la cabeza (sin arrancarse la peluca, ¡milagro!), y Verdi fue escoltado fuera del teatro. Sin embargo, la leyenda del “loro tenor” había nacido.
Y así, mis queridos, es como un loro se convirtió en la estrella invitada de ‘La Traviata’. Una anécdota que demuestra que, incluso en el mundo de la ópera, donde todo parece estar escrito en piedra, siempre hay espacio para lo inesperado. La conexión entre gastronomía y arte en mexico, ¿quién lo diría?
No se pierdan nuestras próximas entregas, donde seguiremos desenterrando los secretos más jugosos del mundo de la ópera. Y recuerden, ¡la vida es demasiado corta para no disfrutar de un buen chismorreo lírico! ¡Síganos en redes!
“Y para que no digan que no les cuento todo…”
La ópera es un arte sublime, pero también un hervidero de personalidades intensas y situaciones inesperadas. Estas anécdotas jugosas nos demuestran que detrás del brillo y el glamour hay historias humanas, a veces hilarantes, a veces conmovedoras, que nos conectan con la pasión y la vulnerabilidad de los artistas. ¡Así que la próxima vez que asistas a una ópera, recuerda que el drama no solo está en el escenario!
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